miércoles, 18 de marzo de 2009

Cibereducación

No queremos que nuestros hijos sean analfabetos mediáticos en una sociedad mediática

Los videojuegos ofrecen un entrenamiento cognitivo y las habilidades mentales que desarrollan son tan importantes como las que se ejercitan al leer libros.

Estamos en una sociedad sofisticada y demandante, el ejercicio que presenta el uso de Internet, los juegos electrónicos… explica la subida del cociente intelectual de las nuevas generaciones. Juegos que hubieran sido considerados demasiado complicados para una audiencia masiva treinta años atrás ahora atraen a millones de entusiastas. Nosotros, ‘los mayores’, crecimos viendo TV y creo que salimos bastante bien, por lo tanto, no queremos que nuestros hijos sean analfabetos mediáticos en una sociedad mediática. Mientras, además lean, hagan deportes y tengan amigos, no existe ningún problema.


Los videojuegos como entretenimiento despiertan la imaginación y la creatividad, hacen crecer las habilidades visomotoras y aumentan la habilidad psicomotriz, hace posible una integración social con sus iguales, suponen una fuente de diversión muy amplia, potencian comportamientos de cooperación, potenciación de la inteligencia y la capacidad de pensar. Dicho esto, debemos, por otra parte, escoger los videojuegos, los padres pueden favorecer y propiciar un uso adecuado o pueden provocar, con su silencio, una utilización incorrecta o inadecuada.

Los videojuegos se encuentran, ahora, en el territorio de la cultura masiva, se ven como sucedáneos de la industria del cine o como un pernicioso pasatiempo, debido a su poca importancia en el mundo académico. Pero, jugar un videojuego es interactuar con reglas reales mientras imaginamos un mundo ficticio, estos dos componentes clave: mundo ficticio y reglas hacen que los jugadores descubran y potencien aptitudes cognitivas evocadoras de espacios imaginarios, interactúen en espacios como un personaje más, descubran secretos y potencien su capacidad de pensar. Además, construyan historias individuales y propias partiendo de los propios videojuegos. Pero, sin olvidar que el papel de los padres es fundamental. Si tomamos dos grupos de niños y en uno de ellos existe la supervisión de los padres y en el otro no, nos encontraríamos con que el incremento en la probabilidad de actos no deseados sólo se observa en el grupo de niños que juegan sin ningún control ni participación parental.

En definitiva, los videojuegos son un referente para las nuevas generaciones, es un hecho de mercado, algo para lo que nuestros hijos están predispuestos y preparados y es, contradictorio e incoherente prohibir o pensar que serán un peligro para ellos. En realidad es una forma de integración en una sociedad multimedia que sigue avanzando.